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Comandos dejan sin vitaminas a la Wehrmacht


Tanques de combustible ardiendo
El 14 de julio de 1940 los comandos tuvieron una segunda oportunidad. Esa noche, lanchas de desembarco con unos 100 hombres llegaron a la isla de Guernsey (ocupada por los alemanes), cerca de la costa francesa. De nuevo, debido a errores de orientación, una lancha acabó frente a un acantilado y otra tuvo que volver por una avería. Cuarenta hombres pudieron desembarcar en la isla y dirigirse al campo de aviación y al cuartel. Al llegar se dieron cuenta de que estaban abandonados. Se tuvieron que conformar con cortar tres cables telegráficos. 

El asalto a la isla de Guernsey había sido casi tan decepcionante como la primera operación. Por lo que concluyeron que este tipo de fuerza requería una organización más compleja, coordinada con la RAF y la Royal Navy.
 

En febrero de 1941 volverían a intentarlo. Los comandos participaron en un asalto a las islas Lofoten, en la costa noruega. El objetivo era destruir las fábricas de aceite de pescado, que se procesaba para obtener glicerina, empleada en la fabricación de los explosivos alemanes. También allí se preparaban píldoras de vitaminas A y B que eran suministradas a la Wehrmacht. El objetivo era modesto, pero podía suponer un golpe psicológico a los alemanes y una inyección de moral para los británicos.
 

Dos buques de transporte con unos 500 comandos y cinco destructores zarparon el 1 de marzo de 1941. Tras un terriblemente frio y pesado viaje de tres días, los comandos en las lanchas de desembarco se dirigieron a las islas. Debido a la calma reinante, pensaron que debía ser una emboscada. Pero al llegar al puerto se encontraron con una sorpresa: cientos de noruegos les daban la bienvenida en el muelle. Inexplicablemente, la guarnición de las Lofoten sólo era de dos centenares de hombres, la mayoría marinos mercantes, que se entregaron sin combatir. 
La única resistencia que encontraron fue la de un pesquero artillado alemán que temerariamente intentó plantar cara a cinco destructores. Fue hundido en unos minutos.

Los comandos se apoderaron de la estación de telégrafos y de la central telefónica, mientras el Cuerpo de Ingenieros demolía las fábricas de pescado y unos tanques de fueloil. En la estación de telégrafos, justo antes de ser destruida, a un teniente se le ocurrió enviar el siguiente telegrama:

Adolf Hitler, Berlín. En su último discurso usted dijo que las tropas alemanas saldrían al encuentro de los ingleses donde quiera que estas desembarcasen. ¿Dónde están sus tropas?


Destructor británico alejándose después de destruir las fábricas de aceite de pescado

Después del mediodía, los soldados regresaron a sus botes pero con más pasajeros que los que iban en el viaje de ida; aparte de los doscientos veinticinco prisioneros alemanes, se unieron trescientos catorce noruegos que se habían ofrecido voluntarios a luchar junto a los aliados.

El único precio que se pagó fue el de un oficial herido en el muslo, al disparársele la pistola que llevaba en el bolsillo del pantalón. El asalto a las Lofoten había sido un éxito.