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Desastroso debut de los Comandos británicos

El 4 de junio de 1940 Churchill anunció que lo que quedaba del Ejército británico se había retirado a las playas de Dunkerque y se aprestaba a su evacuación, dejando el continente en manos de Hitler por lo que pidió a los mandos militares que creasen una fuerza formada por tropas especialmente entrenadas cuyo objetivo fuese llevar el terror a las costas de los países ocupados, por medio de ataques sorpresa a pequeña escala. El teniente coronel Dudley Clarke (a quien vemos en la foto) oficial del Estado Mayor de la Oficina de Guerra británica, con veinte años de servicio y gran conocedor de la historia militar, recordó las hazañas de españoles y holandeses entre otros, los cuales, formando pequeños grupos de soldados irregulares ligeramente armados lanzaban ataques relámpago tras las líneas enemigas. Así pues, Clarke diseñó un plan para la creación de una nueva fuerza destinada a desenvolverse de forma similar: los «Comandos». Clarke presentó la propuesta al jefe del Estado Mayor, y ese mismo día, a Churchill, que captó las grandes posibilidades que se abrían en un momento necesario para despertar el espíritu ofensivo del Ejército. La propuesta fue aceptada en el gabinete de guerra y se le encargó a Clarke que preparase la ofensiva lo más rápido posible. Surgió así la Operación Collar. La hora de una nueva mentalidad, nuevas tácticas y nuevos hombres había llegado. Era el momento de los comandos.


 Dudley Clarke, vestido de mujer, detenido en Madrid en octubre de 1941 mientras hacía labores de espía

La misión se le asignó a la 11ª Compañía Independiente que se había formado unos días antes y estaba formada por 25 oficiales y 350 soldados, todos ellos voluntarios. La noche del 24 de junio fue la elegida para la incursión. En ella participaron 115 hombres divididos en cuatro grupos, cada uno con una playa distinta como objetivo: Neufchâtel-Hardelot, Stella Plage, Berck y Le Touquet, y a bordo de cuatro botes de rescate de la RAF.

Los hombres que desembarcaron en Hardelot se dedicaron a vagar varios cientos de metros tierra adentro sin encontrar rastro alguno de soldados alemanes. Aburridos, decidieron volver al bote y regresar.
La segunda lancha llegó a Berck donde descubrieron un embarcadero de hidroaviones alemanes. Viéndose en clara inferioridad, optaron también por volver a la costa inglesa.
Los que desembarcaron en Le Touquet tenían como objetivo el Hotel Merlimont Plage, que según las informaciones de inteligencia estaba siendo utilizado como cuartel por los alemanes. Cuando llegaron, descubrieron que estaba completamente vacío. Regresaron a la playa para descubrir que su barco se había adentrado en el mar. Mientras esperaban a que la embarcación volviese, encontraron dos centinelas alemanes que fueron eliminados. Llevados por la euforia, regresaron de inmediato, pero rápidamente se vio que su acción había sido inútil; no les habían registrado los bolsillos para obtener algún documento ni habían descubierto lo que aquellos centinelas estaban vigilando.
Y, por último, los tripulantes de la cuarta lancha por poco si se meten de lleno en el puerto de Boulogne, fuertemente defendido por los alemanes, debido a problemas en la brújula. Por suerte, desembarcaron en Stella Plage, donde fueron descubiertos por una patrulla de alemanes en bicicleta. Se entabló un tiroteo en el que el propio teniente coronel Dudley Clark resultó herido, aunque finalmente pudieron volver a la embarcación y poner rumbo a Inglaterra.

La causa del fracaso fue la precipitación con la que se planificó la Operación Collar. Todos estaban impacientes por dar una imagen de fuerza y en palabras de Churchill «lanzar una ofensiva contra todo el litoral ocupado por los nazis que deje detrás un reguero de cadáveres alemanes». El resultado de la incursión no pudo ser más decepcionante y para colmo, el regreso de los botes no fue lo que se dice heroico. Cuando las cuatro lanchas regresaron a Inglaterra, las autoridades de Folkestone se negaron a permitir su entrada en el puerto, y tuvieron que permanecer en la bocana. Cuando, tras varias horas consiguieron el permiso y pudieron atracar, la policía abordó las lanchas para identificar a los tripulantes. Al ser una operación secreta, ninguno de los comandos llevaba consigo sus documentos de identidad, por lo que todos acabaron en comisaría esperando a que alguien respondiese por ellos.

Una vez se conocieron los detalles de esta desastrosa operación, se llegó a la conclusión de que una operación así no se podía improvisar. Era necesario seleccionar y entrenar para no cometer esos errores. Según Dudley Clarke, los comandos debían ser una mezcla de «piratas, gángsters y miembros de una tribu india».

En una siguiente entrada se relatan los acontecimientos que ocurrieron posteriormente incluído el primer éxito de los comandos.