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Un cerdo salva la vida a marinos españoles



La Historia muchas veces no tiene palabras de agradecimiento a aquellos animales que, por azar, o mejor dicho, llevados por los humanos, se ven inmersos en guerras y batallas. No sólo los conocidos caballos de guerra sino cerdos, perros, cabras, gallinas… mil y un animal acompañan a los ejércitos como avituallamiento e incluso como mascotas.

Según se cuenta, en una época de barcos de madera y hombres de hierro, hubo un cerdo que salvó decenas de vidas españolas.


El 21 de octubre de 1805 tuvo lugar, en el marco de las guerras napoleónicas, la batalla naval de Trafalgar, que enfrentó a la escuadra inglesa contra la combinada franco-española en el cabo gaditano que da nombre a la contienda. Aunque ganaron los ingleses, los españoles, como siempre, vendieron caras sus vidas en un planteamiento erróneo del enfrentamiento por parte del desafortunado Almirante francés Villeneuve.

Uno de los navíos españoles participantes fue el Neptuno, que gobernaba el experto marino Cayetano Valdés. Este navío, tras presentar durísima batalla, una vez desarbolado e ingobernable fue apresado por los ingleses, pero días más tarde españoles y franceses lo consiguieron recuperar de manos enemigas. Es conocido el temporal que se desató días después del combate en la zona y que hizo que algunos buques maltrechos por efecto de la batalla se hundieran.
Aunque remolcado, el Neptuno, cargado de almas, fue arrastrado por el oleaje contra la costa y próximo a irse al fondo del mar cerca del castillo de Santa Catalina de Alcanatif tuvo que protagonizar una de las gestas más curiosas de la Historia Naval Española.
Al parecer, ante la imposibilidad de acercarse con seguridad con botes en auxilio de la tripulación dadas malas condiciones climatológicas y unido a que la mayoría de los marineros no sabían nadar, se propuso, dado que estaba el navío próximo al castillo de Santa Catalina, coger un cerdo de los que llevaban abordo, atarle una cuerda a la pata, lanzarlo por la borda y rezar porque el pobre animal llegase nadando a tierra. El valiente cerdo lo consiguió para asombro de todos, nadó entre un fuerte oleaje y llegó a la orilla con la cuerda que traía, de esta manera pudieron aproximarse al Neptuno y rescatar a los supervivientes los españoles que se encontraban en la costa. 


Tripulación del Neptuno refugiada en las rocas del Castillo de Santa Catalina. Obra de Francisco Sans. Palacio del Senado.
 
Desde luego, una gesta digna de película la protagonizada por este animal, que de ser realizada por un ser humano le hubiese supuesto la consiguiente condecoración militar al valor demostrado.

Los taxis transportan a las tropas


Taxis reunidos frente al Hôtel des Invalides. 

En septiembre de 1914, recién iniciada la Gran Guerra, el ambicioso plan Schlieffen alemán pretendía tomar Francia rápidamente utilizando para ello 1.500.000 hombres (mientras que en el frente ruso se mantuvieron solo 500.000 esperando a los refuerzos que pronto volverían después de haber tomado Francia). En un principio, el plan pretendía movilizar al ejército comandado por von Kluck por el norte de París rodeándola y atacar por el oeste mientras que los ejércitos de von Büllow y von Hausen, por el este, realizando un movimiento de pinza. Von Kluck subestimó a los franceses que los creía colapsados y supuso que no haría falta rodear la ciudad para acabar con su ejército por lo que cambió el plan y avanzó por el noreste. Los franceses, bajo el mando del general Joffre, se reorganizaron y se dispusieron a defenderse. Para ello debían mandar allí a tantos hombres como pudiesen.

En París había 6000 soldados dispuestos para el combate, pero el escaso número de vehículos militares para un desplazamiento rápido era un gran problema para una movilización de tal calibre. Joseph Gallieni, el general al cargo de la defensa de París, tuvo la idea que cambiaría el transcurso de la batalla. Se movilizaron todos los taxis disponibles en París (aproximadamente unos 670, la mayoría de ellos, Renault AG de 8 CV) para que llevasen a las tropas francesas al frente.

Hacia las 22:00 del 7 de septiembre los taxis comenzaron  a aglomerarse en la plaza de Los Inválidos donde los taxistas reciben la orden de partir inmediatamente hacia el frente transportando armamento, víveres y militares.

El trayecto (entre ida y vuelta unos 75 km) tenían que hacerlo a oscuras completamente para evitar ser avistados y, debido a la escasez de agua que había en la ciudad, el ejército solo les podía suministrar vino por lo que es de extrañar que no se produjesen muchas bajas en estos desplazamientos. 

Después de la batalla, este modelo pasaría a llamarse Renault Taxi Marne. Esta sería una de las primeras operaciones de infantería motorizada de la historia. Pocos días después terminaría la conocida como 1ª Batalla del Marne y comenzaría la guerra de trincheras que se prolongaría por los siguientes 4 años.

Campesinos españoles engañan a la Alemania nazi


Himmler (fundador de la Ahnenerbe) en su visita a España.

En 1935, poco después de haber sido constituida la “Sociedad para la Investigación y Enseñanza sobre la Herencia Ancestral Alemana” también conocida como Ahnenerbe, enviaron a un grupo de científicos a la zona de Sierra Morena con el objetivo de estudiar a los descendientes de los colonos alemanes que ocuparon la zona. Y es que, en 1767, durante el reinado de Carlos III, debido a la despoblación de grandes extensiones de terrenos, el bandolerismo floreció amenazando el transporte de personas y mercancías por estos lares. La colonización, financiada por el Estado, pretendía fomentar la agricultura y la industria. A las denominadas Nuevas Poblaciones llegaron unos 6000 colonos que se asentaron trayendo consigo sus genes que, a día de hoy persisten, presentando muchos habitantes un color claro de piel y ojos azules.

Volviendo a 1935 y como entidad pseudocientífica que era la Ahnenerbe, realizaron un sencillo trabajo: medir y estudiar el cráneo de todos los nativos que presentaran un certificado de nacimiento, expedido por la parroquia, en el que constara un apellido alemán y pagarle a cada uno cinco pesetas.

La noticia no tardó en llegar a todos los rincones de la zona: “Unos alemanes pagan cinco pesetas por dejarte medir la cabeza”.
 
Y apareció la picaresca: pagando una pequeña propina al sacristán, este emitía una partida de bautismo falsa para una misma persona en la que cambiaba solo el nombre del titular. El mismo sujeto la presentaba en días sucesivos haciéndose pasar por hermano gemelo del anterior. Si esto se repetía, se hacían pasar por trillizos…

Johan Schänble, profesor de antropología de la Universidad del Kiel, publicó los resultados en “Estudios antropológicos en las llamadas colonias alemanas del Sur de España“. La conclusión de dicho estudio fue que las colonias de las Nuevas Poblaciones albergaban un gran número de partos de gemelos y trillizos: una muestra del auge de la raza aria que luchaba por salir adelante a pesar del paso del tiempo.


Fuente: Los años del miedo – Juan Eslava Galán